Sin olvidar tus fantasmales telegramas, te extraño, Marta, atrapado por la espesa atmósfera de los finales
Pensaste en tus fríos momentos que estaba muerto,
absorbido por el inevitable y negro abrazo del gran vientre a nuestro Sol
Y cierto. No resistimos, Marte, ni su hermano azul, ni sus dulces lunas...
Pero tú, encontrado nuestro paraíso de mar, buscarías el suicidio. Y reencontrarnos tras el ojo de Dios
Y ahora te veo, encendida de pez, mientras navegamos en la infinidad de nuestro cortejo
Pero tú, encontrado nuestro paraíso de mar, buscarías el suicidio. Y reencontrarnos tras el ojo de Dios
Y ahora te veo, encendida de pez, mientras navegamos en la infinidad de nuestro cortejo
Y volvemos a contemplarnos entre las hojas del gran Cedro
Al amanecer, tras los espesos cielos de Tharsis...tan bellos como las escamas del deseo
Sin duda, faltaba reflejar las sensaciones del destinatario de las comunicaciones que realizaba Marta, en su solitario viaje por amor a un hombre y a la humanidad.
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